Soy un joven
estudiante de 19 años y escribo un libro, lo que es algo anormal en un chico de
mi edad. Hoy en día podemos considerar cosas normales de gente de mi edad el
estar conectado en todo momento e informar a los demás las cosas de mierda que
están haciendo en sus monótonas vidas (y hablando de mierda: no le acabo de ver
el sentido a twittear: “Cagando”, me parece algo desagradable). Más cosas
normales: vestir a la moda que se traduce en llevar unas camisetas con
estampados de hojas de marihuana (algunos chavales más pequeños llevan de hojas
de palmera, me pregunto si realmente sabrán que son diferentes), llevar gorras
con la talla sin quitar: ¡mira mira que pedazo de cráneo tengo nena!, o ponerse
unas zapatillas blancas feísimas que no sé de dónde mierda las sacan. La
literatura ya no se considera una actividad normal para adolescentes a no ser
que te pilles la biografía de Cristiano Ronaldo o el “libro troll” de ElRubius.
Y esto es uno de los motivos que me impulsaron a escribir: si la maldita Belén
Esteban saca un libro y se convierte en bestseller, imaginaos a qué nivel se
debe elevar un libro escrito por alguien que no sea deficiente perdido.
Como ya
habrás observado, la juventud de hoy en día está bien jodida. Estudio ingeniería
por lo que estoy bastante al tanto de las nuevas tecnologías y aun así no
comprendo qué le puede ver la gente de divertido a pasarse 5 horas diarias en
el maldito Facebook. ¡Ni en mis mejores tiempos con el pokemon me viciaba
tanto! Eso sí los cabrones de hoy adictos al móvil eran los hijos de puta del
pasado que me decían friki por jugar a la consola.
Si nos
alejamos de los jóvenes y nos centramos en las personas maduras, también
podemos observar ciertos patrones. La mayoría de ellos viven resignados en un
trabajo sin futuro. Le dan su vida a las multinacionales a cambio de 1500 euros
al mes. Con ese dinero, si te sientes algo deprimido, puedes ir a un Corte
Inglés y pillarte una televisión plasma, un frigorífico que mantiene los
alimentos frescos más tiempo o una bicicleta estática que seguramente pronto
dejarás de lado. Y así se crea la falsa ilusión de libertad, pues esos trastos
los vas a tener que ir pagando y de este modo te atas cada vez más a un trabajo
que te drena la vida. Es decir, las personas maduras también están jodidas.
No tienes
que trabajar por siempre, solo la mayor parte de tu vida hasta que te jubiles.
Es entonces cuando puedes hacer todo lo que desees, ya no tienes que mantener
un horario laboral de 9 horas diarias y puedes empezar a disfrutar de la vida.
Sin embargo, ahora estás viejo y sin fuerzas y no puedes hacer lo que antaño
habrías deseado. Así que para mitigar el dolor, enciendes la televisión y pones
el telediario o el fútbol, o simplemente te reúnes con tus colegas ancianos
para quejarte de lo mal que está la juventud en la actualidad. Los ancianos
también están jodidos.
El mundo
entero está jodido, todos construyen sus propias mentiras, viven con demasiadas
contradicciones. No me gusta, ¿hay algún modo de romper con esta trágica
rutina? Yo viviré bajo mis propios ideales, sin tener que inclinarme ante
nadie. Antepondré la libertad a la obligación, la diversión a la monotonía, la
realidad a la fantasía. Yo definitivamente necesito un cambio drástico.
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